viernes, 30 de septiembre de 2011

Perspectivas de la sociedad del conocimiento

El ecosistema moderno se manifiesta como un caótico concierto de muy diversas y disímbolas disciplinas, las cuales de alguna manera propenden a encaminarse a un mismo destino. Ya lo dijo Giordano Bruno: “Todo tiene que ver con todo” (sintetizado por supuesto, {N. del A.}), y más que nunca esa sentencia se afirma cuando las teorías se ubican en circuitos productivos, de gestión y administración; y para el caso que nos ocupa en circuitos o redes científicas, temas tratados por el libro La ciencia y la tecnología en la sociedad del conocimiento de León Olivé (Fondo de Cultura Económica, 2007).

Olivé, nos comenta sobre las nuevas capas o niveles de la ciencia y tecnología, las cuales vienen apoyándose todavía en la idea de Thomas Kuhn, pero ahora en un plano más masivo, y por ello la necesidad subyacente de desarrollar departamentos de divulgación de la ciencia más eficaces en los centros de investigación o en las universidades.

Del mismo modo, nos habla sobre el “nuevo contrato social” sobre la ciencia y la tecnología, el cual implica un modelo no lineal de relaciones entre la ciencia básica, la innovación, las aplicaciones de ingeniería y la sociedad (sinergia entre todos los componentes); así como la participación de la sociedad civil y todos los agentes en las decisiones de implementación de los avances científicos.

Lo anterior implica, a decir de Olivé, la democratización de la ciencia, la cual por mucho tiempo ha venido desarrollando criterios excluyentes en cuanto a la capacidad de decisión, y así mismo en cuanto a la circulación de la información pertinente que sirva para dirimir las controversias tecnocientíficas imperantes.

Por otro lado analiza el concepto de la sociedad del conocimiento, la cual “en sentido estricto no existe, sino que el concepto más bien se refiere a un modelo de sociedad en construcción”. Sí ha habido espectaculares progresos en el ritmo de creación, acumulación, distribución y aprovechamiento de la información y del conocimiento; sin embargo, “ya no todo conocimiento está disponible públicamente para que cualquiera se lo apropie y se beneficie de él, sino que buena parte del conocimiento se compra y se vende entre particulares”.

Es por ello que el investigador de la UNAM, refiere la norma de accesibilidad universal al conocimiento, la cual establece como derecho fundamental de todos los pueblos y culturas; “el acceso a la educación, a la ciencia y a la tecnología”.

Abunda sobre conceptos tan valiosos como la interdisciplinariedad y transdisciplinariedad, así como el nuevo giro practicista de la ciencia, y demás conceptos de carácter metodológico; los cuales, recontextualizan las prácticas científicas contemporáneas, y al mismo tiempo, nos informan sobre las más acabadas conceptualizaciones sobre ética y epistemología, un dúo dinámico poco analizado, bajo los actuales estándares de eficacia y utilidad.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Ética contra Tecnología


Teniendo como contexto un mundo articulado en y para la tecnología (porque el hipermodernismo es una etapa histórica totalmente rendida a los artilugios modernos), en Ética y mundo tecnológico de Jorge Enrique Linares (FCE, 2008), se busca una ética que sirva de orientación a la relación de la sociedad con el mundo tecnocientífico. Con tal fin, emprende un análisis de una pléyade de intelectuales a los cuales nombra “Los anunciadores del riesgo mayor” (Heidegger, Ellul, Anders, Nicol y Jonas), quienes en su momento advirtieron sobre las características perniciosas de la técnica sobre el desarrollo del ser humano.

Para el pensador alemán Martin Heidegger (Alemania, 1889-1976), la técnica puede ser útil cuando nos ayuda a revelar el contenido del ser, mientras es perjudicial cuando lo oculta, como es el caso de la informática, la cual identifica Heidegger, como la más emblemática de las técnicas en donde se impone con mayor eficacia tal ocultamiento. Al mismo tiempo observa que la técnica no es neutral, siempre implica una toma de postura ante la naturaleza y la sociedad en donde se desenvuelve.

Por otro lado para Jacques Ellul (Francia, 1902-1990), un pensador neoludita que “no convoca a la destrucción de las máquinas, sino que elabora una reflexión crítica implacable para demostrar cómo el sistema técnico ha dominado a la sociedad contemporánea y para advertir cómo seguirá sojuzgándola a medida que se desarrolla de manera autónoma”. Ellul contempla a la sociedad esclavizada por medio de la ilusión tecnocientífica, y advierte que no hay libertad, sino la maximización de la utilidad de las corporaciones. Afirma que “la técnica no es la suma de los objetos técnicos, sino la voluntad general de poder técnico que se manifiesta en las acciones humanas y, probablemente, a pesar de la voluntad humana”.

Mientras para Günther Anders -Stern era su verdadero apellido- (Polonia, 1902-Austria, 1992), con el surgimiento de tecnologías como la ingeniería genética el ser humano se escindiría en dos nuevas figuras ontológicas: por un lado, un homo creator capaz de transformar todas las cosas de modo sustancial, incluyéndose a sí mismo; pero por otro lado, se convertiría en un no menos insólito homo materia, es decir, en materia prima, de sus propias producciones tecnológicas. Simbiosis que cambia cualitativamente la relación del hombre con sus creaciones.

Para Eduardo Nicol (Barcelona, 1907- México, 1990), la ciencia debe hacerse de manera desinteresada, sin el ánimo de maximizar las ganancias tal cual es la propensión de la tecnociencia actual. Pone especial énfasis en la búsqueda de una vuelta a la metafísica, para encontrar nuevos caminos que propicien la estabilidad del hábitat.

Por último, también analiza Linares, las ideas de Hans Jonas (Alemania 1903-1993), quien propone una ética de la tecnología, donde no solamente quepan las consideraciones en función del ser humano, sino que también se considere a la naturaleza toda.

Después de pasar revista a muchas más ideas que las anteriormente expuestas (una probadita para crear expectativas), el filósofo de la ciencia Jorge Linares, nos bosqueja cuatro principios por los cuales debe considerarse una ética para la tecnología/tecnociencia actual, la cual, es necesario decirlo, le rehuye a la reflexión ética.

Menciona el principio de responsabilidad, el cual “busca la protección y conservación de aquello que tiene un valor intrínseco, y que además es vulnerable”. Otro principio que menciona es el de precaución, “el cual implica un conjunto de medidas que tienden a modificar, suspender o retirar un sistema o acción tecnocientífico cuando éste implica la posibilidad de un daño inaceptable para el medio ambiente”.

El principio de autonomía y consentimiento informado, se interpreta, de acuerdo a Linares, como “el sentido que cada acción tecnológica tiene que contar con el consentimiento informado de las personas y comunidades que serán directamente beneficiadas y probablemente afectadas”.

Y para finalizar, el principio de justicia distributiva y retributiva, en donde las libertades y derechos individuales o colectivos sean efectivos, así como la maximización de la utilidad o bienestar social.

El libro Ética y mundo tecnológico es una valiosa aportación al emprender un análisis exhaustivo ante los retos actuales de convivir en una sociedad globalizada, en donde los conflictos entre la tecnología y la ética, siguen los caminos calamitosos dibujados por los más pesimistas.