domingo, 19 de febrero de 2012

África: Reflexiones

El continente llamado africano está envuelto en toda una nebulosa de lugares comunes, los cuales vienen distorsionando la comprensión de sus características, problemáticas y devenires. Lo anterior lo tiene muy en claro Jean-Francois Bayart en el libro África en el espejo (FCE, 2011), donde aclara los diversos mitos que vienen haciendo poco clara la comprensión de los países al sur del Sahara, y al mismo tiempo plantea un modelo de análisis que pueda ser más efectivo entre el público occidental hacia la comprensión de los mencionados problemas de África.

África en el espejo, señala los diferentes círculos perversos de dependencia y de explotación de la dependencia que se fueron incubando por siglos en el continente negro; así como las diferentes manifestaciones del Estado criminalizado que han fincado sus reales en algunos países africanos.

Y advierte: “el África subsahariana ha entrado hoy en una nueva fase de su historia. Sencillamente, el empleo de la fuerza ha adoptado una intensidad sin paralelo en la anterior historia africana, en forma de campañas técnicamente avanzadas de represión y de guerras ejercidas por profesionales, que son los vectores de nuevas categorías políticas, como la raza, y que hasta pueden llegar al genocidio”.

Muy acorde a los tiempos que nos dominan con la era globalizadora, Bayart, anota que “el nuevo estilo de coerción también puede adoptar la forma de desregulación (¿o posiblemente democratización?) del uso de la violencia, tanto en forma de movimientos armados colectivos como de una delincuencia más individual, facilitados ambos por la simplicidad de adquisición y el bajo costo de las armas de fuego”.

Y tal como ocurre en México “la iniciativa en el uso de la tecnología moderna toma cada vez más la forma de un aprendizaje del uso de las armas, y no el empleo de herramientas o algún tipo de educación profesional. Azotes, tortura, masacres, expulsiones forzosas o la reorganización de poblaciones enteras, batallas, ataques, violaciones, saqueo y la confiscación de bienes, se han convertido en procedimientos comunes de la vida política, aplicados por figuras sociales bien establecidas, como soldados, guerrilleros, aduaneros, policías, asesinos, vagos o, simplemente, cualquiera que tenga una oportunidad de saquear”.

En la sección sobre “El crimen transnacional y la formación del Estado”, literalmente sin reparos menciona los muy variados reportes de imbricaciones de la criminalidad estatal, no solamente en África, sino también en el mundo desarrollado. “Donde el crimen entra en acción no necesariamente socava al Estado”, más bien establece y mantiene una relación simbiótica, interactúan, se acompañan, se alcahuetean en términos coloquiales.

Ante la evidencia de los vínculos de la criminalidad nacional y transnacional con las agencias gubernamentales, ya no es posible tolerar el comportamiento de avestruz o la simulación cómplice. El texto de Bayart es un buen ejercicio de quinismo académico, y afortunadamente no es el único.