miércoles, 5 de septiembre de 2012

El idioma español



Las maravillas del lenguaje se vienen desgranando cuando se revelan las características genéticas –digámoslo así- de su estructura y fondo. En el libro de Antonio Alatorre Los 1001 años de la lengua española (FCE, Quinta reimpresión, 2011) se hace toda una excursión hacia los orígenes, mutaciones, abstracciones y episodios, de la historia de nuestro idioma.

Desde las afluencias del idioma con el árabe, vascuence, latín vulgar; hasta sus impresiones con el francés, el portugués y el inglés. Una epopeya que dura más de mil años, donde las transformaciones de las palabras han calado hondo en las costumbres, conquistas, guerras intestinas y amistades perennes.

Como bien relata en el prólogo el maestro Antonio Alatorre, originalmente el texto conformó una edición costeada por Bancomer en 1979, quien la distribuyó entre sus clientes más adinerados. Años después, en 1989, apareció la primera edición de Los 1001 años, de tal forma ha tenido una mayor difusión y ha formado a estudiantes universitarios al cabo del tiempo.

Imbricada la historia del idioma con la político-social de España y, después con las simbiosis entre la cultura cristiano-española y las aborígenes en América, África y Asia; el texto recorre los cambios en el vocabulario, la pronunciación y formas gramaticales, que de tal forma han venido a producir lo que actualmente es patrimonio común de los hispanohablantes.

Alatorre advierte que el hablar y escribir incorrectamente es un indicador oportuno de las transformaciones por venir de la lengua. De tal manera, cuando una persona dice haiga en lugar de haya, no es un hecho reprobable, sino un indicio de las inercias existenciales del idioma.

De tal forma hace 400 años se fueron derivando las palabras que hoy conocemos, fazer-hacer, falar-hablar, fermoso-hermoso, eso nada más en lo tocante a las relaciones del español con el portugués. Muchas más se presentaron con los diversos nutrientes recibidos.

Como bien apunta Alatorre, el español es una obra poderosa, que no resiste en la actualidad epicentros jurisdiccionales de lo que se dice con corrección y lo que es deleznable; cada pueblo, localidad, ciudad o  nación de los que mascullan de alguna forma el español han venido contextualizándolo a sus características culturales, geográficas y cosmológicas.

Alatorre, señala lo arriba apuntado, la lengua cambia día a día, se nutre de las cosas que comemos, soñamos, sufrimos o nos proporcionan felicidad; las nuevas tecnologías han acuñado palabras, y de tal forma generan un comportamiento. Por eso, aunque suene un poco austero, cuidado con las palabras que hacemos.


Los 1001 años de la lengua española/ Antonio Alatorre. —3ª ed. —México: FCE, 2002. 416 p.; 23x15cm — (Colec. Lengua y Estudios Literarios). ISBN 978-968-16-6678-1

Historias de ciencia y revolución



Las ciencias y sus aplicaciones, juegan un rol muy importante en las conflagraciones bélicas, desde los tiempos de Arquímedes cuando durante la segunda guerra púnica empleó gran parte de sus destrezas en el desarrollo de artilugios para la guerra, o bien en el momento actual, cuando gran parte de las universidades estadounidenses desarrollan investigación aplicada con fines belicistas. Del mismo modo, las humanidades nacen como respuesta al caos generado por el afán guerrero del hombre, y obviamente, todo ése conocimiento deja una estela imborrable.

Lo anterior, queda bastante bien explicado en el caso de nuestro país con el libro Otras armas para la independencia y la Revolución. Ciencias y humanidades en México (FCE, 2010), donde  se exponen las diferentes contribuciones que hicieron los incipientes científicos y tecnólogos mexicanos en las diversas guerras civiles que se han suscitado en México.

Las ciencias y humanidades novohispanas, le brindaron a la reacción contra las medidas borbónicas y después contra la ocupación francesa de España, todo un cúmulo de capacidades operativas para la rebelión.

Así con la creación de la Real y Pontificia Universidad de México (1553), de la que dependía el Jardín Botánico (1788), la Real Escuela de Cirugía (1768), la Real Academia de San Carlos (1781), el Real Seminario de Minería (1792), la Real Universidad de Guadalajara (1793), y otros colegios ubicados en algunas de las provincias del virreinato; todas estas instituciones académicas permitieron el desarrollo humano que después intervendría en la guerra de independencia y en la labor ulterior a la consumación de la misma.

De tales instituciones la causa insurgente y el nuevo gobierno independiente lograron nutrirse, como el caso de la Real Seminario de Minería, el cual, al tiempo se convirtió en el Colegio de Minería, donde muchos personajes de la revuelta estuvieron matriculados. Cabe destacar la utilización de la ferrería de Coalcomán como centro de producción de las armas necesarias para el levantamiento armado.

Del mismo modo, la Real Escuela de Cirugía aportó el personal médico necesario para salvarle la vida a los soldados heridos de ambos bandos. El conocimiento coadyuvó a la conformación del México independiente, y aunque los vendavales políticos del siglo XIX mexicano, entorpecieron la ciencia básica y la investigación científica, nunca se renuncio totalmente al desarrollo de las capacidades científicas del recurso humano disponible para tales tareas.

El libro coordinado por Rosaura Ruiz, Arturo Argueta y Graciela Zamudio, contiene datos interesantes sobre los primeros balbuceos de la biología en nuestro país, así como los andamios del estudio de la geografía.

Otras armas para la Independencia y la Revolución. Ciencias y humanidades en México/ coord., de Rosaura Ruiz, Arturo Argueta, Graciela Zamudio. — México: UNAM, UAS, UMSNH, HCH, FCE, 2010. 311 pp.; 23x17 cm — (Colec. Historia). ISBN 978-607-16-0479-8