miércoles, 16 de marzo de 2022

Pandemia al límite de la razón política

 Delta, Lambda, Ómicron, Deltacrón... son las palabras más destacadas de los últimos dos años. En el mismo lapso de tiempo otras palabras describen la fragilidad de las instituciones, no solamente por la labor abrasiva del neoliberalismo, sino por esa falta de legitmidad que se adivina en el colapso de los sistemas de salud, la desinformación galopante generadora de posturas egoístas y anticientíficas, sin contar la agudización del proceso de individuación en la sociedad.

En los primeros balbuceos de la era del bicho, Íñaki Gabilondo, destacado periodista español, analizaba en un programa para el canal Movistar, sobre las posibilidades de superar la pandemia como humanidad, planteándonos como civilización otro tipo de dinámicas, las cuales prevengan los efectos adversos de situaciones tan naturales como los tiempos de la peste.

Y luego llegó la guerra. Sí, hay cosas que no cambiarán nunca hasta que las cucarachas gobiernen.

martes, 10 de marzo de 2015

Apuntes sobre la economía del bien y del mal

El estudio de la economía en la actualidad implica toda una serie de análisis matemáticos, estadísticos y econométricos, que muchas veces se desentienden del carácter humano de esta “ciencia social”. Los modelos económicos han sustituido a la economía política basada en los clásicos como David Ricardo, Adam Smith o Karl Marx; sin embargo, como el péndulo cíclico del mito, el interés por la metaeconomía viene adquiriendo empuje ante el discurso cada vez más desolador de la economía científica.
Por ello Thomas Sedláček en su libro Economía del bien y del mal, se inmersa en las postrimerías civilizatorias para ir localizando los vestigios de pensamiento económico en textos clásicos como la Epopeya de Gilgamesh, El Antiguo y Nuevo Testamento, la filosofía de Platón o Aristóteles, como también los primeros balbuceos del mecanicismo en Descartes, y las ideas económico-morales de Bernard Mendeville y Adam Smith.
En el relato mítico babilonio se reconocen preocupaciones similares a las actuales. La voluntad de Gilgamesh de contar con trabajadores sin voluntad (robots, palabra derivada de la antigua palabra checa y eslava robota) puede compararse con la tendencia actual encaminada a considerar el factor mano de obra como un medio y no un fin. Otra de los temas que mueven a la reflexión consiste en el sentido profundo de insatisfacción que la condición humana lleva inculcada en su comportamiento, a pesar de que la civilización actual ha tenido grandes logros materiales, la ambición nunca decrece, sino se fagocita con mayor intensidad.
A esto se añade la lección que se puede desprender de la gran amistad que se forja entre Gilgamesh y Enkidu, contrario a la tendencia moderna donde en los centros de trabajo no se hace necesaria una relación personal cercana, sino solamente es suficiente convertirse en miembro de un equipo de trabajo. Para los hechos pequeños, la camaradería es suficiente, mientras para las grandes acciones es necesario un gran amor: la amistad. Con el afecto se piensa mejor.
En otro fragmento, se relata la formación de la ciudad con sus implícitas consecuencias de división del trabajo y, derivado de ello, la interdependencia que se gesta entre los habitantes de la misma. Entre menos dependiente de la naturaleza, el hombre es más dependiente de sus coetáneos, parábola descriptiva, la cual delinea las conexiones del sistema económico y social.
Ahora bien, también en el mito babilónico se puede encontrar el principio de “la mano invisible”, cuando Gilgamesh evita el avance de los salvajes, interviene en la dinámica natural de los maquinaciones humanas, haciendo patente la manipulación que el hombre tiene de sus propios artilugios.

Para los que piensan que Adam Smith fue el acuñador de aquel concepto-piedra angular del liberalismo económico lassaiz faire- lassaiz passer es posible atribuírselo con más precisión a Bernard Mendeville, aquel filósofo moral inglés, quien tuvo la visión de reconocer que de los vicios privados, podían producirse beneficios públicos.

jueves, 19 de junio de 2014

Los dilemas del libre albedrío

Free will it’s a bitch, El abogado del diablo (1997)

I
La diferencia específica entre «consciencia» y «conciencia», no es como suelen afirmar ciertos diccionarios enciclopédicos, donde se toman los dos términos como sinónimos, sin atender los matices pertinentes, ni precisar las connotaciones aplicables. Esto es grave, sobre todo cuando en medio de la fiebre desencadenada de investigaciones sobre el cerebro, que van desde la localización de los principales módulos de actividad cerebral hasta los más recientes hallazgos sobre los procesos psicológicos.
Pues bien, en el libro La consciencia de Adam Zeman (1957), neurobiólogo de la Universidad de Exeter, se precisa que la «consciencia» tiene distintos significados de acuerdo al idioma del que se trate, pero existe un cierto consenso sobre que se trata de un conocimiento de sí. “Estar despierto es una precondición para adquirir conocimientos de toda clase. Una vez despiertos, por lo general adquirimos conocimiento mediante la experiencia”; luego, “el conocimiento que obtenemos es ‘consciente’”.
Por su parte, en inglés contemporáneo se connota a la «conciencia» como algo que “nos recuerda lo que hemos hecho –cuando no deberíamos haberlo hecho- y nos importuna sobre lo que hemos hecho –y que deberíamos haber hecho-“. Lo que viene a decirnos, es que la conciencia es ese Pepe Grillo interno, que nos reprocha nuestros pecados y festeja las buenas acciones.
El libro de Adam Zeman, es un manual de todo lo relativo a la consciencia como sistema de aprehensión del mundo y como integrador del conocimiento del individuo. Lo cual es conseguido a través de un examen exhaustivo del funcionamiento del sistema nervioso, desde los quehaceres de las neuronas y sus redes, hasta sus componentes protagónicos (encéfalo, cerebelo, cuerpo calloso, bulbo raquídeo y muchos más), todos ellos responsables de la percepción, la cual implica toda una serie de procesos bioquímicos. Mecanismos complejos que configuran un sistema increíble, como dice Zeman, “un sistema nerviosos complejo contiene los mismos elementos y realiza las mismas funciones generales que uno sencillo”. Las maravillas de lo micro y lo macro en la biología, los organismos se diferencian solo por pequeños detalles.
“La complejidad del cerebro humano depende de la elaboración interminable de elementos sencillos”, esta sentencia viene a significar lo mismo que la innumerable fauna de bacterias presente en el organismo humano, las cuales le insuflan de equilibrio. El estudio del cerebro ha celebrado hace relativamente poco su primera centuria, sin embargo, todavía se encuentra en pañales, pero lo que queda claro, es el constante consumo de combustible, el equivalente a la energía que consume un foco de 20 vatios; el cual genera desperdicios, que son arrastrados por el torrente sanguíneo que le lleva su abastecimiento de energía; es bañado por el líquido cefalorraquídeo que siempre se está formando, circulando, reingresando a la sangre; toda neurona está enviando material en sus procesos ascendentes o descendentes para alimentar sus extremos, y todas están enviando señales. Una computadora que siempre está regulando la vida del organismo.
El cerebro siempre está despierto, como lo demuestran dos series descubrimientos cruciales. A finales del siglo XIX por Hans Berger, el cual por medio del electroencefalograma aclaró que las actividades del cerebro humano variaban con los “estados de consciencia”. Es el primer atisbo de las frecuencias que emite el cerebro: “los ritmos rápidos ‘beta’ abundan en el cerebro activo, el ritmo ‘alfa’ resuena durante el descanso o relajamiento despiertos, y la actividad más lenta de todas, los ritmos ‘theta’ y ‘delta’, parecen dominar el sueño”. Para 1950, con las investigaciones de Nathaniel Kleitman, se revelaron los vaivenes de los ritmos cerebrales durante el periodo de sueño, así como la sincronía neuronal prevaleciente: “los danzantes ritmos de la consciencia pueden ser más complejos que las lentas ondas del dormir, pero en el centro de ambos se encuentra actividad neuronal concertada”.
La segunda serie, es la observación hecha por Constantin von Economo de una enfermedad llamada encefalitis letárgica, la cual sugirió que el bulbo raquídeo y el diencéfalo deben tener centros que regulan los estados de consciencia, así como el movimiento y el estado de ánimo. Otras investigaciones (Jouvet, Moruzzi y Magoun) han confirmado tales hallazgos, revelando de tal forma que tanto el bulbo raquídeo, el diencéfalo y el tálamo, son puertos de arranque de la consciencia.
Es ahí donde entramos al terreno de las patologías de la consciencia, donde se constata la fragilidad de la misma, como también sin importar lo mágica que puede ser, es algo físico: “en el cerebro se deben satisfacer requerimientos mundanos de oxígeno y glucosa, equilibrio eléctrico, sangre ‘limpia’, y un adecuado sueño, pues de otra manera la consciencia falla”. Por eso cuando existe algún tipo de anomalía o de agentes externos que afectan su funcionamiento (como las drogas), matizan también el contenido de la consciencia.
También se nos presenta la consciencia de los animales, hoy en día es sencillo saber que los chimpancés o los delfines disponen de un nivel de inteligencia que les permite tener conocimiento de su entorno, pero hoy se abre la pesquisa sobre qué pasa con seres vivos como las serpientes, las arañas o los salmones. Pero si la consciencia en los animales genera dudas, la posibilidad de una consciencia incorpórea, donde un ser etéreo insufla vida psicológica dentro de un cuerpo físico, el alma como el sustrato fundamental de la espiritualidad genera dudas en los científicos que poseen evidencias sobre la vulnerabilidad del sistema nervioso.
Los factores endógenos son importantísimos en los contenidos de la consciencia, pero también los factores externos coadyuvan a su funcionamiento, como el ejercido por parte de la luz solar, en constante convivencia con el ritmo circadiano, al propio tiempo que la luz determina la percepción visual, constituyendo el conocimiento del mundo externo y sus fenómenos.
Por otro lado, Zeman, estudia la “habilidad oculta” de la consciencia mejor estudiada: la vista ciega. La cual se presenta en individuos con daños en la corteza visual, quienes pueden hacer una variedad de juicios visuales sobre objetos que ellos afirman poder ver.
Todo lo anterior es el resultado de miles de años de evolución, de donde se han venido identificando teoría que identifican mecanismos y funciones prometedoras para la consciencia. Para Zeman el libre albedrío queda subordinado al funcionamiento bioquímico del cerebro, o sea, el comportamiento y la volición se encuentran subordinados a la dinámica cerebral, dejando poco espacio para cuestiones que se escapen de la estructura neurológica.

II
Muy variadas y enfrentadas disciplinas abordan al cerebro, desde su atalaya reflexionan sobre los diversos patrones por los cuales se toman decisiones, se efectúan acciones o simplemente se realizan operaciones automáticas como caminar o percibir la belleza del paisaje. Desde tiempos de René Descartes, el pensamiento científico se decantó entre los que observaban los fenómenos fisiológicos como una serie de manifestaciones mecánicas y necesarias; y los que pensaban que tales sucesos se producían por fuerzas desconocidas.
Es preciso que gracias al pensamiento determinista-mecanicista, en 1738, el relojero francés Jacques de Vaucanson, de 29 años de edad, exhibió en el Jardín de las Tullerías el que tal vez sea el robot más celebrado de todos los tiempos: un pato de tamaño natural, de pie sobre una elaborada base de madera. Casi por completo estaba cubierto de plumas, lo cual complicaba diferenciarlo de un pato real, éste al ponerlo en funcionamiento levantaba la cabeza, miraba a su alrededor, aleteaba y hasta comía de un platillo de granos, los cuales al ser ingeridos eran procesados en su interior, convirtiéndose en pelotillas que eran evacuadas.
Este paradigma ha inspirado a una multitud de investigadores quienes han emprendido estudios sobre el funcionamiento del cuerpo humano, así como del cerebro, abordándolo desde diversos enfoques. Uno de esas parcelas del conocimiento ha sido la neuroeconomía, la cual se preocupa sobre la existencia de un patrón en la toma de decisiones del cerebro.
Como dice el libro de Paul W. Glimcher (1961), la economía tiene vasos comunicantes con la biología, porque ambas se preocupan por el mantenimiento de la vida, y a su vez éstas, en el caso de la neurociencia o la neuroeconomía, se entrelazan con el discurso neurológico con el fin de explicar las decisiones de los individuos.
Para Glimcher, quien es profesor de la Universidad de Nueva York, de acuerdo a los experimentos llevados a cabo a lo largo del siglo XX en chimpancés, las decisiones en el mundo natural se toman partiendo de una consideración de carácter económico, no se pierde tiempo en el alimento que no reporta el máximo de utilidad.
Para Glimcher el libre albedrío es un ejercicio de probabilidades, que luego dejan su impronta en la consciencia. Construcción que desvela la complejidad de la simpleza de la volición humana. “Se puede emplear un solo cuerpo de teoría matemática para modelar todo tipo de comportamiento humano o animal, un enfoque matemático enraizado en la teoría económica moderna”. Este modelo sirve de puente, como hipótesis que deja en evidencia la conexión entre el cerebro y el comportamiento. Esto no quiere decir que todo pueda ser reducible a los algoritmos del libre albedrío, o a una fórmula que describa la consciencia. Sin embargo, estos algoritmos son una parte de la consciencia, que “empleamos nosotros y tal vez otras especies estrechamente emparentadas para producir un comportamiento”.
Los comportamientos deterministas simples, apunta Glimcher, debemos entenderlos como instrumentos desarrollados por la evolución para lograr objetivos específicos, los cuales se relacionan en el ámbito ecológico con la capacidad evolutiva del organismo. De tal manera las herramientas principales para entender cómo el cerebro produce determinados comportamientos deben ser, para estimar la probabilidad de sucesos inciertos, las técnicas bayesianas, y para estimar el valor de los resultados del comportamiento en términos evolutivos, las teorías de la utilidad.
No obstante, el comportamiento del ser humano o de cualquier ser vivo, puede ser impredecible cuando su sobrevivencia no está garantizada, vivimos en un mundo rigurosamente predecible, al menos aproximadamente.

III
En el llamado siglo del cerebro, las investigaciones sobre el mismo se enfrentan a dilemas significativos, enredados en la vorágine del crecimiento geométrico de los descubrimientos sobre las funciones y propiedades de los diferentes órganos que integran el sistema nervioso central, como también las células y los módulos que hacen posible la percepción y la consciencia.
En Cerebro y Libertad, Roger Bartra (1942) reflexiona sobre las implicaciones sobre la libertad y la moral del determinismo neurocientífico, donde se describen los procesos cerebrales como un devenir puramente químico, divorciado de las redes exocerebrales y las actividades neuronales descritas en Antropología del cerebro, texto del mismo Bartra.
Esto nace a partir de la necesidad de estudiar el cerebro no solamente tomando la perspectiva brindada por los investigadores especializados en la neurología o los filósofos, sino que ha tomado otra dirección gracias a las pesquisas emprendidas por equipos multidisciplinarios.
La polémica inicia en el verano de 1930, cuando Rabindranath Tagore y Albert Einstein, sostuvieron un debate sobre el espacio de libertad presente en el universo, así como que el azar a nivel infinitesimal es una muestra de que la existencia no está determinada; mientras el genio de la física sostenía la causalidad de todos los elementos presentes en el universo, o cuando menos hasta donde alcanza la explicación realizada por la inteligencia humana.
Esto directamente nos lleva a la pregunta sobre si existe el libre albedrío, sobre si las acciones humanas se encuentran supeditadas a lo que neuroquímicamente determinen las circunstancias. Sobre el particular se han pronunciado filósofos tan encumbrados como Baruch Spinoza (1632-1677) quien dijo: «Los hombre se equivocan, en cuanto piensan que son libres; y esta opinión sólo consisten que son conscientes de sus acciones e ignorantes de las causas pos las que son determinados», de acuerdo con Daniel Wegner (1948-2013), la idea de la libertad para Spinoza radicaba en que los humanos desconocen las causas de sus acciones.
Sin embargo, Roger Bartra, señala en su texto que el libre albedrío sí es constatable en el comportamiento del ser humano, ya sea desde el punto de vista moral, en las actividades lúdicas o en los ambientes donde la razón se escapa de entre las manos como una presa huidiza.
Menciona Bartra, que al parecer el entorno cultural incierto obliga a los seres humanos a tomar decisiones constantemente, donde al mismo tiempo el mundo simbólico que los incluye les permite la posibilidad de escapar del espacio biológico determinista para entrar en un mundo en que es posible, aunque difícil, elegir libremente. El mundo sociocultural no es un espacio contingente en el que las opciones surgen al azar ante unos humanos azorados que tendrían que tomar decisiones en un espacio no sólo incierto sino incomprensible. Con frecuencia, desde un punto de vista biológico, se interpreta la relación de los humanos con el mundo circundante como un fenómeno de homeostasis (homeo, semejante; stasis, estabilidad) funciona lo mismo en un ser unicelular como la ameba que en un organismo tan complejo como el de los mamíferos superiores. Es una tendencia que mantiene estable el medio ambiente interior de los animales mediante procesos fisiológicos que interactúan con el exterior.
Para el neurólogo Antonio Damasio, la homeostasis es el modelo que explica las actitudes y las acciones propias de las mentes conscientes, las cuales engendran nuevas formas de alcanzar un equilibrio estable en el nivel de los espacios naturales. Así como los desequilibrios en el medio ambiente interno son corregidos gracias a los impulsos homeostáticos, los desequilibrios sociales serían compensados mediante reglas morales  y leyes. Según Damasio, habría una homeostasis sociocultural que funcionaría igual que las amebas. De tal manera la consciencia humana funcionaría como un termostato capaz de regular la temperatura de un ambiente, pero a un nivel mucho más complejo.
Otro modelo buscaría ese mismo equilibrio, acuñado por Uexküll, el Umwelt, tendría la ventaja de explicar la relación del organismo con su entorno simbólico y como un espacio semiótico. Empero su gran desventaja, radica en su rechazo a la idea de la adaptación en nombre de un supuesto equilibrio perfecto entre el animal y su entorno. Mientras que la homeostasis, implica una continua adaptación del organismo a los desequilibrios provocados  por la escasez de alimentos, la falta de agua o los rigores del clima.

IV
A pesar de la rotundidad de las posturas, el libre albedrío sigue siendo un recurso fecundo de inspiración para las filosofías religiosas. Claro que esto no significa la libre voluntad del ser humano, sino la libertad ejercitada bajo los parámetros de la confesión religiosa de la cual se trate.
La libertad de consciencia se ve cuestionada, aun más en el mundo moderno, cuando las condiciones materiales logran cada vez más determinar las acciones individuales y colectivas. Lo anterior se revela con un grado de sutileza que se disfraza de múltiples maneras, ya sea como la actuación de las fuerzas del mercado, las consecuencias de un sistema democrático, como también la lucha contra las ideologías de signo contrario.
Esto ocurre, cuando la explosión de la investigación focalizada en el cerebro, hace posibles intervenciones no invasivas como las practicadas por el científico español Álvaro Pascual Leone. La estimulación magnética transcraneal, como la eléctrica transcraneal, constituye una terapia la cual puede ser utilizada para estimular diversas áreas cerebrales y para mejorar su funcionamiento. Los avances de la terapia cerebral, en un futuro cercano, hará sentir su influencia sobre la consciencia y el libre albedrío, quizás agudizando los dilemas que provoca el determinismo, quizás despejando todas las dudas sobre lo indeterminado en el compartimento del ser humano.
Sin embargo, esto todavía no es parte de las prioridades de la investigación neurológica, la cual todavía se encuentra en la etapa de la focalización de las funciones cerebrales, como también la descripción de las dinámicas modulares que se llevan a cabo al interior del cerebro y la conductibilidad de las redes neuronales que se encuentran en todo el cuerpo humano.
La fascinación que el hombre siente por el gran computador que la naturaleza diseñó (se ha sostenido que el cerebro del homo sapiens, probablemente nunca será superado por alguna computadora diseñada por el hombre), ha motivado la investigación para recrear las funciones cerebrales en los artefactos humanos. Como sostiene Eduard Punset, la ciencia neurológica ha podido simular el funcionamiento cerebral de un pájaro, aunque el ritmo del conocimiento en la materia avanza grandes trancos año tras año.
Es cuando los divulgadores científicos empiezan a soñar con sistemas visuales artificiales, memorias extraíbles del cerebro, sistemas de aprendizaje instantáneo. Pero no se repara en que una ciencia que no responde a las implicaciones éticas de sus avances, puede obrar de manera fraudulenta con su mismo quehacer científico. Sabemos desde hace mucho tiempo que la filosofía de la ciencia se ha quedado atrás en la reflexión de tales problemas que implican los avances cuánticos del conocimiento, es por ello, que es necesario una dinamización de los estudios filosóficos sobre la robótica, la informática y las aplicaciones nanotecnológicas.
No obstante, los dilemas de la consciencia y el libre albedrío se seguirán dejando sentir, si no se realiza una reflexión filosófica profunda, que revolucione el conocimiento en la misma magnitud que el renacimiento lo hizo con la filosofía escolástica.

La consciencia. Un manual de uso, Adam Zeman; trad. de Roberto Reyes-Mazzoni, México: FCE, 2009. 
Decisiones, incertidumbre y el cerebro. La ciencia de la neuroeconomía, Paul W. Glimcher; trad. de Roberto Elier y Alfredo Ocampo, México: FCE, 2009. 
Cerebro y libertad. Ensayo sobre la moral, el juego y el determinismo, Roger Bartra, México: FCE, 2013.

jueves, 22 de mayo de 2014

Ensalada de papaya con jugo de cerveza

Pues la orden fue determinante, favor de no ponerle ni azúcar ni gotas de limón, quiero que con un atomizante rocíes bebida de cebada en toda la extensión naranja de la papaya, de preferencia que sea una cerveza oscura para que se logre una combinación de colores excéntrica, exclusiva, como cualquier bolsa Dolcegabana.
Tres minutos después el camarero embutido en una playera color azul que dibujaba una indescifrable sonrisa, vino a decirnos que solamente tenía cerveza light. Quizá ese fue el momento cuando supimos que algo se había desgarrado tras las últimas escaramuzas de los armadillos cuereros. Ahora solo llegamos por un café con leche, las cervezas las compramos en la ferretería de la esquina.

domingo, 9 de marzo de 2014

Cuevas-calles-colibrís

El portazo se escuchó a tres cuadras a la redonda, Lucildo, babeando, se quedó mirando a la puerta de donde provino el estruendo, no alcanzaba a hilar la serie de causas que lo habían expulsado de la velada en una noche de invierno del año inmediatamente posterior al que los Estados Unidos decidieron invadir Irak. En medio de la banqueta, con 30 escasos pesos, abandonado a su suerte por el sector femenino de su clase, buscó dentro de su cartera la tarjeta telefónica ataviada con esculturas de Rodin.
Marcó alocadamente sin ni siquiera echarle un vistazo al panel numérico 3-4-6-8-9-0-0-1… el teléfono marcado no existe favor de marcar otra vez, respondió la sensual grabación telefónica------- introdujo la tarjeta por la ranura cuidadosamente fue pisando cada tecla 8-3-7-9-4-2-3-4… sonó siete veces el sonido de la llamada, cuando por poco cuelga, contestó la desmañanada voz de Nancy: — Sí, quién habla— alcanzó a balbucir en medio de un sueño húmedo, el cual había esperado durante toda la semana, ya que debido al somnífero diario que tomaba, la mayoría de las veces el sueño quedaba inédito en el archivo sin llave de su memoria.
—Cabrona, que soy yo, el Lucil, me ando cagando de hambre y de frío, cómo ves si llego al seven y compro unos pacífico y te cuento unas ondas que me traen sacado de onda—, casi lastimeramente solicitó Lucildo, contando con la abnegada aceptación de su oferta.
Empezó a caer una fina lluvia que cubría de rocío las carrocerías de los autocares aparcados a la izquierda y derecha de la calle, alcanzó a escuchar un chirrido de llantas detrás de él cuando se escuchaban los gritos que provenían de la camioneta donde se adivinaban 4 siluetas agitándose en una discusión indescifrable a la distancia. Lucildo, se incorporó a la ruta que llevaba, cuando 5 segundos después escuchó: —Pinche puta… a la chingada con tus mamadas—, mientras era aventada de la camioneta y su cuerpo rodaba por la cuneta.
Tinha de ser com voce…
Sobre la mesa estaba dispuesto un plato hondo con cuatro huevos duros, una jarra de jugo de naranja del mercado Estrella, varias rebanadas de pan tostado, una barra de mantequilla y un tarro de mermelada de durazno. Lucildo detestaba ésa mermelada, prefería la tradicional de fresa, por eso agarró una rebanada y la tragó junto a un trago eterno de jugo.
—Juro por Dios que el olor del café puede levantar muertos—, exclamó la desconocida quien a pesar de los golpes recibidos, parecía como en casa, con esa tranquilidad de sentirse confortada, abrigada de los peligros de la calle. Nancy la estudiaba detenidamente, sus manos eran alargadas, uñas cortísimas, sin huella de pintura, ojos felinos medio rasgados y pelo lacio que caía sobre sus hombros.
Lucil, encendió la radio donde la música de Sting se dejó sentir como una ligera caricia del viento, así con ése ambiente pudieron desayunar, cada uno abstraído en su plato, como si el único territorio donde estuviera permitida cualquier acción, el huevo cocido era cortado en finas rebanadas para luego ser puesto encima del pan {mordida, en las comisuras de los labios se quedaban los grumos, la lengua se veía en su función de pala con la comida que se iba hacia los conductos digestivos}.
—Bien, ahora cuéntanos de dónde eres—, le preguntó Nancy a la desconocida, quien no ocultó un poco su sorpresa por ser cuestionada tan intempestivamente. Tomó su taza de café y le dio un sorbo, un ligero suspiro soltó haciendo que levemente el líquido en la taza ondulara como algunos piensan que así ondulan las placas tectónicas en un sismo.



Del punto más austral de Zacatecas, nadie sabía si colindaba con parte de Aguascalientes, parte de San Luis o un milímetro de terreno tenía colindancia con Querétaro. A nadie le importaba, el sur no desmañanaba a los pobladores de esa inhóspita tierra donde en los últimos años apenas malparidos salían escupidos algunas pocas toneladas de frijoles.

lunes, 29 de octubre de 2012

La calle Guerrero



Para el héroe del barrio, Zeferino Muzquiz

Hubo incontables días donde salías del café casi a las once de la noche, con  toda esa bola de papeles, libros, sueños e historias, metidas en una mochila; el día consumido en la lectura reclamaba acción, caminatas casi sonámbulas en medio de la noche de cualquier estación del año.
No salías con la apetencia de simplemente tomar el camión en la parada más a la mano, pérdida de tiempo, sin ningún tipo de mérito, el ánimo atizado por el café te impelía subir por la calle Guerrero para encontrarte con el camión que te llevase a tu casa. En ocasiones caminaste el tramo de Juan Ignacio Ramón hasta Arteaga con ligereza, en otras, observando las fachadas de las casas y edificios, ibas reconociendo la ciudad, quizás amándola un poco más por conocerla a fondo.
Pasabas por la placita de la basílica del Roble, a esas horas envuelta en las cobijas y cartones de los vagabundos que la utilizan como dormitorio. La torre iluminada del campanario como recuerdo grandilocuente de aquélla cúpula octagonal que se vino abajo en 1905, de donde se hizo el milagro de que la virgen del Roble saliese intacta.
Al llegar a la calle Washington, la calle del libro era un tumulto de eloteros, quienes iban a reportar la venta del día. Afuera de las librerías, dejaban, para quien quisiera tomar, los libros que ya no tenían ningún valor para los propietarios.
Más adelante te encontrabas con la cúpula estilo neogótico de la llamada Primera Iglesia Bautista de Monterrey, la cual vista desde la contra esquina donde, cuando se podía, comprabas unos hotdogs, te remitía a los relatos en donde se explicaba cómo Benjamin Franklin descubrió la electricidad o las muy frecuentadas experiencias paranormales de los cuentos de Halloween.
La avenida Guerrero hasta cierto punto es triste de noche, circunspecta cuando se pone el sol, en el día es felizmente concurrida: mercado Juárez, panaderías, ferreterías  y dulcerías. Las noches son del Tumbaíto, de la Gaviota, de las chicas que salen de noche para conseguir clientela, de los chicos que van y vienen dejando encargos, de los policías que hacen como que vigilan el buen orden, pero en realidad garantizan el desorden;  de la cerveza que anima las sensaciones, las bajas pasiones y las penas.
La oscuridad de una calle, a pesar de la luz mercurial, animaba el sentimiento paranoico. Ciudado con las personas que vienen en la misma acera, cuidando la mirada propia, vigilando la ajena. Estado de alerta sin ningún sentido, sin consecuencia. Monterrey, la calle/avenida Guerrero, era un lugar donde se podía ir cantando bajo la lluvia, destilando alcohol por los poros, con la mirada perdida, borracho de inocencia.
Más de 30 cuadras de extensión tiene la Vicente Guerrero, ubicua, alberga centros comerciales, prostíbulos, tiendas de ropa, talleres, farmacias, hoteles y varias gasolineras. La economía formal e informal, conviven y se confunden, tal cual sucede a nivel estatal y federal.
Ahora te es difícil pensar en salir como antes y, emprender largas caminatas por la calle que siempre te ha parecido la más representativa de Monterrey. La próxima noche que salgas probablemente lo intentarás y el miedo que te ha venido carcomiendo, abandonará ese sentido de agonía.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

El idioma español



Las maravillas del lenguaje se vienen desgranando cuando se revelan las características genéticas –digámoslo así- de su estructura y fondo. En el libro de Antonio Alatorre Los 1001 años de la lengua española (FCE, Quinta reimpresión, 2011) se hace toda una excursión hacia los orígenes, mutaciones, abstracciones y episodios, de la historia de nuestro idioma.

Desde las afluencias del idioma con el árabe, vascuence, latín vulgar; hasta sus impresiones con el francés, el portugués y el inglés. Una epopeya que dura más de mil años, donde las transformaciones de las palabras han calado hondo en las costumbres, conquistas, guerras intestinas y amistades perennes.

Como bien relata en el prólogo el maestro Antonio Alatorre, originalmente el texto conformó una edición costeada por Bancomer en 1979, quien la distribuyó entre sus clientes más adinerados. Años después, en 1989, apareció la primera edición de Los 1001 años, de tal forma ha tenido una mayor difusión y ha formado a estudiantes universitarios al cabo del tiempo.

Imbricada la historia del idioma con la político-social de España y, después con las simbiosis entre la cultura cristiano-española y las aborígenes en América, África y Asia; el texto recorre los cambios en el vocabulario, la pronunciación y formas gramaticales, que de tal forma han venido a producir lo que actualmente es patrimonio común de los hispanohablantes.

Alatorre advierte que el hablar y escribir incorrectamente es un indicador oportuno de las transformaciones por venir de la lengua. De tal manera, cuando una persona dice haiga en lugar de haya, no es un hecho reprobable, sino un indicio de las inercias existenciales del idioma.

De tal forma hace 400 años se fueron derivando las palabras que hoy conocemos, fazer-hacer, falar-hablar, fermoso-hermoso, eso nada más en lo tocante a las relaciones del español con el portugués. Muchas más se presentaron con los diversos nutrientes recibidos.

Como bien apunta Alatorre, el español es una obra poderosa, que no resiste en la actualidad epicentros jurisdiccionales de lo que se dice con corrección y lo que es deleznable; cada pueblo, localidad, ciudad o  nación de los que mascullan de alguna forma el español han venido contextualizándolo a sus características culturales, geográficas y cosmológicas.

Alatorre, señala lo arriba apuntado, la lengua cambia día a día, se nutre de las cosas que comemos, soñamos, sufrimos o nos proporcionan felicidad; las nuevas tecnologías han acuñado palabras, y de tal forma generan un comportamiento. Por eso, aunque suene un poco austero, cuidado con las palabras que hacemos.


Los 1001 años de la lengua española/ Antonio Alatorre. —3ª ed. —México: FCE, 2002. 416 p.; 23x15cm — (Colec. Lengua y Estudios Literarios). ISBN 978-968-16-6678-1

Historias de ciencia y revolución



Las ciencias y sus aplicaciones, juegan un rol muy importante en las conflagraciones bélicas, desde los tiempos de Arquímedes cuando durante la segunda guerra púnica empleó gran parte de sus destrezas en el desarrollo de artilugios para la guerra, o bien en el momento actual, cuando gran parte de las universidades estadounidenses desarrollan investigación aplicada con fines belicistas. Del mismo modo, las humanidades nacen como respuesta al caos generado por el afán guerrero del hombre, y obviamente, todo ése conocimiento deja una estela imborrable.

Lo anterior, queda bastante bien explicado en el caso de nuestro país con el libro Otras armas para la independencia y la Revolución. Ciencias y humanidades en México (FCE, 2010), donde  se exponen las diferentes contribuciones que hicieron los incipientes científicos y tecnólogos mexicanos en las diversas guerras civiles que se han suscitado en México.

Las ciencias y humanidades novohispanas, le brindaron a la reacción contra las medidas borbónicas y después contra la ocupación francesa de España, todo un cúmulo de capacidades operativas para la rebelión.

Así con la creación de la Real y Pontificia Universidad de México (1553), de la que dependía el Jardín Botánico (1788), la Real Escuela de Cirugía (1768), la Real Academia de San Carlos (1781), el Real Seminario de Minería (1792), la Real Universidad de Guadalajara (1793), y otros colegios ubicados en algunas de las provincias del virreinato; todas estas instituciones académicas permitieron el desarrollo humano que después intervendría en la guerra de independencia y en la labor ulterior a la consumación de la misma.

De tales instituciones la causa insurgente y el nuevo gobierno independiente lograron nutrirse, como el caso de la Real Seminario de Minería, el cual, al tiempo se convirtió en el Colegio de Minería, donde muchos personajes de la revuelta estuvieron matriculados. Cabe destacar la utilización de la ferrería de Coalcomán como centro de producción de las armas necesarias para el levantamiento armado.

Del mismo modo, la Real Escuela de Cirugía aportó el personal médico necesario para salvarle la vida a los soldados heridos de ambos bandos. El conocimiento coadyuvó a la conformación del México independiente, y aunque los vendavales políticos del siglo XIX mexicano, entorpecieron la ciencia básica y la investigación científica, nunca se renuncio totalmente al desarrollo de las capacidades científicas del recurso humano disponible para tales tareas.

El libro coordinado por Rosaura Ruiz, Arturo Argueta y Graciela Zamudio, contiene datos interesantes sobre los primeros balbuceos de la biología en nuestro país, así como los andamios del estudio de la geografía.

Otras armas para la Independencia y la Revolución. Ciencias y humanidades en México/ coord., de Rosaura Ruiz, Arturo Argueta, Graciela Zamudio. — México: UNAM, UAS, UMSNH, HCH, FCE, 2010. 311 pp.; 23x17 cm — (Colec. Historia). ISBN 978-607-16-0479-8