domingo, 27 de diciembre de 2009

LA TRAMPA DE LA REELECCIÓN

Con tres años de mandato calderónico hemos tenido, para que en acto gravísimo (por obtuso), la figura del supuesto estadista del barco de gran calado (Marcela Gómez Zalce, dixit) se yerga como el estadista que promueve una reforma de Estado, que al cabo del tiempo resultará en un chorrito peor que las acciones mingitorias de los ángeles de las fuentes.

Ahora se retoma la idea de la reelección de los diputados, senadores y presidentes municipales; entelequia inspirada en la supuesta rendición de cuentas que implicaría, en la calificación del ciudadano a las acciones de su representante, en la necesidad de posibilitar una mejor calidad en el desempeño de los funcionarios extraídos de las elecciones populares.

Sin embargo, los promoventes de tal iniciativa no toman en cuenta el contexto electoral prevaleciente en el país, así como la necesidad de poder realizar una reforma constitucional que modifique el régimen que norma la representación política en el Congreso de la Unión, y en las legislaturas locales.

Quizá una de las principales disfuncionalidades incompatibles con el criterio de reelección dibujado por los apologetas de la reforma, radica en las características del mandato representativo en el sistema político mexicano, las cuales han sido utilizadas por parte de los partidos políticos para ocuparse solamente de sus cálculos electorales o de poder.

El mandato representativo, se trata de un mandato colectivo –como bien apunta Maurice Duverger- dado por la nación entera al conjunto de los elegidos. “Cada elegido es una fracción de la representación nacional; no representa a sus electores en particular, sino a toda la nación en general”. O sea, tras ésa difuminada representación, nada efectiva, algo así como una quimera, se encuentra en estos momentos la representación política, plasmada muy prudentemente en el artículo 51 constitucional, el cual indica: “La Cámara de Diputados se compondrá de representantes de la Nación, electos en su totalidad cada tres años...”.

Entonces, lo arriba señalado compromete la visión que se tiene, corrientemente, sobre la representación política, los diputados en la actualidad, no tienen obligación de cumplir sus promesas, ni hacerle caso alguno a su electores. Amparados en el mandato representativo, son más funcionarios partidistas en el congreso, que representantes del electorado. Lo anterior ya pudo ser constatado este año, al votar el Partido Revolucionario Institucional, afirmativamente por el aumento al impuesto al valor agregado (IVA).

A nivel nacional las voces que han clamado por la reinstauración de la reelección en períodos consecutivos -hay que recordar que un diputado en este momento puede volverse a presentar como candidato al mismo cargo después de haber pasado un período legislativo (3 años)-, como José Antonio Crespo, Fernando Dworak, Leo Zuckerman; o a nivel local Abraham Nuncio, Claudio Chapa y demás tropa; no han tomado en cuenta la crudísima realidad que una reelección implicaría en las actuales condiciones de la ínfima democracia electoral mexicana, el pasaporte para un sistema político más oligárquico y por ende, más alejado de la sociedad y de la democracia participativa a la cual todos abogamos.

El débil presidente Calderón, dentro de su declaración –o carta a Santa Claus- también propone el referéndum, plebiscito, iniciativa popular, la ratificación del gabinete del Poder Ejecutivo y demás figuras políticas que implican una mayor participación política de la ciudadanía. Sin embargo, ¿Cuántas de ésas buenas intenciones serán sacrificadas a favor de la reelección de diputados, senadores y presidentes municipales?

Algo innegable es la necesidad de una reforma política, sin embargo, tendrán que venir acompañadas de modificaciones sustanciales en la legislación, lo cual es casi imposible que suceda.

jueves, 24 de diciembre de 2009

Vivan los romeritos por siempre

Ante el abismo que se presenta insondable es necesaria la mueca de ignorancia y arrojarse a los brazos de la celebración y la unión familiar. Es navidad, y cada habitante de éste agüitado país necesita dosis excesivas de autosatisfacción y de olvido. Olvidar, que el gobierno encabezado por Felipe Calderón es inoperante; que la delincuencia organizada –una parte de ella- muy probablemente se encuentra incrustada en el gobierno y es cómplice conspicua de la tentación autoritaria; que los veladores de la religión y las buenas costumbres no descansan en su denodado esfuerzo por implantar un nacional-catolicismo a la mexicana; que el gobernador Rodrigo Medina, es todo –desde maestro de ceremonias, hasta el patiño de Héctor Benavides o Luis Padua- menos un gobernador con todos los arrestos necesarios para serlo.

Olvidar, no sería una solución idónea, quizá comprender los errores, releerlos, vislumbrarlos como oportunidades para volver a la carga. Pero eso puede ser muy arriesgado para la sociedad mexicana, hundida en una depresión que no se le llama por su nombre, que tiene eso sí, manifestaciones inconfundibles en la cotidianidad.

La realidad ocasionalmente nos deja momentos para un respiro, qué mejor un fin de año para reunir los pedazos de agonía, ánimo, dignidad y laboriosidad; los cuales todavía nos pueden librar de la muy imaginada beligerancia del 2012. Porque eso sí, la lógica de la guerra civil, ésta especie de revolución del narco en el sexenio de Calderón, nos ha indicado la certeza de que la guerra es una mala solución para un pueblo en la más indignante ignorancia.

Acabar siendo utilizado por un Carranza del siglo XXI, o un Obregón de la década del 10, sería una infamia para un pueblo tan necesitado de felicidad y dignidad. Por lo tanto, amor y paz para todos y todas; y que los desencuentros nos encuentren con soluciones realizables y justas.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Solipsismos Bastardos

Monólogo del Hombre
Escena 1
(A las afueras de la ciudad, en la puerta de Monterrey, con el amanecer como ambiente, camina un hombre mochila al hombro, y el gesto de concentración extrema)
“Un día salgo a recorrer lo que me queda de vida, en trayecto hacia ningún lugar seguro, andar, sólo andar entre senderos al borde de la carretera, con los labios partidos y el paso ligero”.
(A la orilla de la carretera dándole la espalda al tránsito, el hombre responde al silencio, que conmina al retorno del viajante)
“Desde hace años se te escapó el control, la sensación de bienestar, de no estar asfixiado de concreto, el meollo de matorrales y horizontes sin murallas”.
(El hombre camina por la orilla de la carretera)
(Voz en off)
“Sierpes, caracoles, son una visión por el largo camino que recorro sin ruta. Tan sólo necesito víveres y agua... Me lo decía despidiéndose, ojalá tus ojos sean buenos para los buitres. Busco eclipses en medio de la lluvia, con los zapatos rotos y los anatemas propios del ermitaño. Platico con los viejos de los pueblos contigüos a ríos extintos, manos cercenadas por la labor, por el tiempo de sobrevivir entre arados y cantos de gallo”.
(Arriba del monte, va subiendo el Hombre, sigue el sendero lunar que forma una especie de meseta)
“Solamente lo que podemos nombrar alcanza el cenit del deseo, una mezcla entre pedruscos y cañones ígnotos; entre las espinas que se hunden en mis muslos, en los pies con los que se puede alcanzar la libertad”.

Solipsismos Bastardos

Monólogo de Zoroastro
Escena 1
(De pie ante los tubos de Gómez Morín, entrecortado por el juego delante/detrás de la cámara, Zoroastro, habla de manera soberbia)
“Amurallado como imperios de un mil años de encierro, trepo por el borde de las montañas, como bestia feroz en busca de presa fácil... Te lo he dicho muchas veces, acá lo importante es el ruido tintineante del bolsillo... Un cuarto del paquete de marihuana, o algo de coca, para darnos una divertida horrenda... Desvestí alguna vez a ésa vieja enana, india pendeja con el pubis tan asqueroso... Sí como el de una perra... Sí, háblame al celular, y si no contesto, me dejas recado... Correcto, mañana a las 9 en el campestre”.
“Para qué necesitamos bufones en este momento, si nada más con descargar el látigo sobre Román, hace hasta lo insufrible... Eres una niña preciosa y me encantas, nos pasamos un rato juntos, chido... No mames, qué pendejo, le diste en la madre al Be-eMe; y ahora qé, ni por algún asomo de inteligencia dejaría embotada a Mónica, imagínate el pedo...”.
“Muy bien repartidos los roles en la ciudad, nosotros los que mandamos, ellos los que obedecen; o en otros términos, ellos tan inconscientemente esclavizados, y nosotros, inútilmente libres. Como ir jugando al equilibrista y a mitad del cable darte cuenta de que siempre has estado tocando el piso, ensueño de hacer algo único/irrepetible, pero por lo mismo buscas la aguja en el pajar y la bolita de cabello tirada en el lavabo y después de cavar hoyos por toda la vida te avientas en el último que escarbaste”.
“Todos los días salgo a patinar por el laberíntico paseo, rodante como piedra en despeñadero pavimentado”.