miércoles, 11 de agosto de 2010

Un paseo por los centenarios



Las diferencias y similitudes de las celebraciones de la independencia y la consumación de la independencia, en 1910 y 1921, respectivamente; son analizadas a nivel pormenorizado por parte del grupo de historiadores coordinado por Virginia Guedea en el libro Asedios a los centenarios 1910 y 1921 (Fondo de Cultura Económica, México, 2009, 408 páginas).

En el primer ensayo llamado La historia en los centenarios de la independencia: 1910 y 1921, Virginia Guedea, enuncia qué hechos históricos fueron destacados en los discursos conmemorativos de ambas festividades. Para un ejemplo, en el festejo de la independencia se exaltó de manera importante la etapa virreinal, así como se destacó la figura de Miguel Hidalgo, José María Morelos y Benito Juárez. Se dejó de lado la cultura indígena, solamente tratándola iconográficamente; en esos momentos el México de Porfirio Díaz, quería enorgullecerse del pasado criollo mexicano y de la labor de pacificación realizada por su gobierno. La institucionalidad mestiza, veía de soslayo al México pluriétnico.

En cambio, cuando fueron los festejos de la consumación de la independencia, el discurso gubernamental apeló a lo popular, beatificando el pasado indígena, involucrando a la población civil en los actos conmemorativos y ensuflando la causa de la revolución; haciendo un cortex palmario entre el pasado porfirista lleno de oropeles y europeizada, y la nueva raza que emergía de la guerra civil. Álvaro Obregón, conducía un país que apenas salía del trauma revolucionario; mientras Porfirio Díaz, atestiguaba el homenaje a su obra presidencial.

El ensayo de Alicia Azuela de la Cueva, Las artes plásticas en las conmemoraciones de los centenarios de la independencia, 1910, 1921; es una narrativa de los edificios y exposiciones organizadas con motivo de tan significativas fechas. Simbólicamente, ambas concepciones estéticas fueron similares, servían para avalar los regímenes en turno. Como bien dice Alicia Azuela: Las fiestas del Centenario del 1910 se revistieron con la simbología que mostraba y celebraba ante los ojos del mundo las conquistas derivadas de la perpetuidad de un mismo grupo y un solo hombre al mando del país durante 35 años. Por otro lado, en 1921 hubo que justificar ante propios y ajenos la reciente llegada al poder de la fracción sonorense, mediante una parafernalia simbólica capaz de legitimarla y despertar la confianza en su capacidad de hacer cumplir las promesas revolucionarias.

Por otro lado María de Lourdes Alvarado en La Universidad Nacional de México en tiempos del centenario, realiza una narración de los antecedentes y discusiones sobre la creación de la Universidad Nacional, los tropiezos ante los cuales se encontraron sus promotores, en especial Justo Sierra, el secretario de instrucción pública del gobierno porfirista. Se daba una batalla peculiar entre el grupo de los positivistas spencerianos y los viejos positivistas comteanos, afectos a la figura de su introductor en México, que fue Gabino Barreda; quienes consideraban la no conveniencia de la instauración de la universidad, por el antecedente de la Universidad Pontificia, donde se vivía la opresión académica más abyecta, y donde la discusión y la generación del conocimiento se encontraban condicionadas por la ortodoxia.

Para Guillermo Hurtado en La reconceptualización de la libertad, donde se habla sobre las batallas de los positivistas spencerianos y comteanos, en las postrimerías del régimen porfirista, así como la creación del grupo denominado El Ateneo de la Juventud, donde se gestó una revuelta intelectual tímida, pero al final sintomática del cambio de rumbos que se avizoraban en la primera década del siglo XX.

Para terminar el ensayo de Fernando Curiel, Letrados centenarios: 1910, 1921; presenta una suerte de bitácora tanto de la logística gubernamental en la organización de los centenarios, así como la lluvia de ideas de los personajes que protagonizaron la vida política de México. Así una curiosidad de la fiesta porfirista consistió en que las celebraciones solamente fueron para un pequeño número de invitados nacionales e internacionales; al tiempo de que en la celebración de Álvaro Obregón, a pesar de su carácter público, se giraron instrucciones a la Beneficencia Pública, con el fin de recoger a todos los mendigos que anduviesen por las calles de la ciudad de México, para confinarlos en un asilo. Esconder la miseria para glorificarse en la memoria de los gobernados.

El horror económico


Probablemente sea por el método utilizado, en un plano discursivo, aprehendiendo las ideas económicas planteadas por la ideología dominante de la globalización financiera en ciernes; la victoria del capitalismo como fin de la historia (idea rechazada por la autora) o la innovación de la desindustrialización a costa de dejar en el desempleo a grandes conglomerados humanos, a cambio de una economía del conocimiento.

El horror económico, de Viviane Forrester (Fondo de Cultura Económica, México, 2009, 168 páginas), es un texto de advertencia, el cual salió a la luz en el momento en que las crisis del dragón y el efecto tequila, servían como precedentes para intuir en la soledad del que va contra corriente, que algo olía mal en las prácticas económicas globales.

La recepción al lector es contundente, Forrester, describe el ambiente de los noventa categóricamente como “falacia descomunal”: Un mundo desaparecido que nos empeñamos en no reconocer como tal y que se pretende perpetuar mediante políticas artificiales. Millones de destinos son destruidos, aniquilados por este anacronismo debido a estratagemas pertinaces destinadas a mantener con vida para siempre nuestro tabú más sagrado, el trabajo.

En el fondo de la transformación de la sociedad global en materia económica está la automatización, el triunfo del trabajo de la máquina sobre el hombre, destinándolo a trabajos anodinos y poco gratificantes. Tanto en el tiempo en que fue escrito el libro de Forrester, como en los momentos actuales, los empleos de importancia se van achicando, las jornadas se reducen, los salarios se ajustan a las condiciones de oferta y demanda; se multiplican los empleos flexibles quedando como arcaizantes las prácticas del trabajo de base y las conquistas laborales.

Al final del día lo más importante para las unidades económicas, ya sean personas morales o físicas, es la ganancia, la utilidad. Ha sido repetido en diferentes ocasiones que la disciplina económica ha ocupado mayormente sus recursos intelectuales en el estudio de la ganancia, y se han descuidado temas tan importantes como el de la pobreza, la distribución de la riqueza y la creación de empleos. Quizás en el momento actual, los Estados nacionales no se encuentran en una muy buena posición para cuestionar las ganancias privadas a costa de las pérdidas públicas; los grupos empresariales han tomado el control político de facto de grandísimas colectividades, desde la medianía de los noventa.

El ambiente era totalitario, al sobrevenirse el derrumbe del bloque soviético, nadie podía siquiera deslizar tímidamente la idea de que el capitalismo contenía grandes aberraciones y que con las condiciones imperantes, solamente se beneficiaban ingentemente unos cuantos. Ahora, no obstante, la vergüenza de la quiebra de muchas de las financieras, soberbias vencedoras de los noventa, ensoberbecidas con capital público en el 2009; siguen imponiendo los golpes en la mesa.

La retórica empleada en El horror económico, muestra con desenfado el sinsentido de las leyes de la competencia, la competitividad, la adecuación a las normas internacionales y, el libre comercio; la gran simulación del dejar hacer, dejar pasar de Adam Smith, siempre mal interpretado. Claro la competencia para los bueyes de mi compadre, el mercado perfecto para el capitalismo salvaje es el monopolio incontestable, protegido por el Estado nacional, como si fuera industria estratégica.

El neoliberalismo, como se le dijo en México, tomó su rumbo sin proclamas o manifiestos apabullantes, tomó el control mediante memoranda interna de empresas, e infiltrándose en los ministerios de economía de países clave; su razón pragmática apoyada en la democracia como estandarte. Forrester, lo describe como “la violencia de la calma”.

Otro tema que trata con profusión, es el de los excluidos de la prosperidad, los jóvenes con todo por delante y carentes de trabajo, pero, con todas las expectativas de éxito. A las claras es la señal de alerta de los disturbios de París en 2005, donde los suburbios predominantemente habitados por inmigrantes, tuvieron una violenta sacudida, por la carencia de oportunidades y la represión policiaca.

El libro-manifiesto de Viviane Forrester, entiende al homo faber-homo economicus como un ser digno, portador del derecho a una vida digna y a un futuro viable. Es un grito, un clamor de piedad, un llamado a la lucha, un llamamiento a la conciencia del entorno económico; todavía, desgraciadamente, predominante.