martes, 10 de marzo de 2015

Apuntes sobre la economía del bien y del mal

El estudio de la economía en la actualidad implica toda una serie de análisis matemáticos, estadísticos y econométricos, que muchas veces se desentienden del carácter humano de esta “ciencia social”. Los modelos económicos han sustituido a la economía política basada en los clásicos como David Ricardo, Adam Smith o Karl Marx; sin embargo, como el péndulo cíclico del mito, el interés por la metaeconomía viene adquiriendo empuje ante el discurso cada vez más desolador de la economía científica.
Por ello Thomas Sedláček en su libro Economía del bien y del mal, se inmersa en las postrimerías civilizatorias para ir localizando los vestigios de pensamiento económico en textos clásicos como la Epopeya de Gilgamesh, El Antiguo y Nuevo Testamento, la filosofía de Platón o Aristóteles, como también los primeros balbuceos del mecanicismo en Descartes, y las ideas económico-morales de Bernard Mendeville y Adam Smith.
En el relato mítico babilonio se reconocen preocupaciones similares a las actuales. La voluntad de Gilgamesh de contar con trabajadores sin voluntad (robots, palabra derivada de la antigua palabra checa y eslava robota) puede compararse con la tendencia actual encaminada a considerar el factor mano de obra como un medio y no un fin. Otra de los temas que mueven a la reflexión consiste en el sentido profundo de insatisfacción que la condición humana lleva inculcada en su comportamiento, a pesar de que la civilización actual ha tenido grandes logros materiales, la ambición nunca decrece, sino se fagocita con mayor intensidad.
A esto se añade la lección que se puede desprender de la gran amistad que se forja entre Gilgamesh y Enkidu, contrario a la tendencia moderna donde en los centros de trabajo no se hace necesaria una relación personal cercana, sino solamente es suficiente convertirse en miembro de un equipo de trabajo. Para los hechos pequeños, la camaradería es suficiente, mientras para las grandes acciones es necesario un gran amor: la amistad. Con el afecto se piensa mejor.
En otro fragmento, se relata la formación de la ciudad con sus implícitas consecuencias de división del trabajo y, derivado de ello, la interdependencia que se gesta entre los habitantes de la misma. Entre menos dependiente de la naturaleza, el hombre es más dependiente de sus coetáneos, parábola descriptiva, la cual delinea las conexiones del sistema económico y social.
Ahora bien, también en el mito babilónico se puede encontrar el principio de “la mano invisible”, cuando Gilgamesh evita el avance de los salvajes, interviene en la dinámica natural de los maquinaciones humanas, haciendo patente la manipulación que el hombre tiene de sus propios artilugios.

Para los que piensan que Adam Smith fue el acuñador de aquel concepto-piedra angular del liberalismo económico lassaiz faire- lassaiz passer es posible atribuírselo con más precisión a Bernard Mendeville, aquel filósofo moral inglés, quien tuvo la visión de reconocer que de los vicios privados, podían producirse beneficios públicos.