miércoles, 11 de agosto de 2010

El horror económico


Probablemente sea por el método utilizado, en un plano discursivo, aprehendiendo las ideas económicas planteadas por la ideología dominante de la globalización financiera en ciernes; la victoria del capitalismo como fin de la historia (idea rechazada por la autora) o la innovación de la desindustrialización a costa de dejar en el desempleo a grandes conglomerados humanos, a cambio de una economía del conocimiento.

El horror económico, de Viviane Forrester (Fondo de Cultura Económica, México, 2009, 168 páginas), es un texto de advertencia, el cual salió a la luz en el momento en que las crisis del dragón y el efecto tequila, servían como precedentes para intuir en la soledad del que va contra corriente, que algo olía mal en las prácticas económicas globales.

La recepción al lector es contundente, Forrester, describe el ambiente de los noventa categóricamente como “falacia descomunal”: Un mundo desaparecido que nos empeñamos en no reconocer como tal y que se pretende perpetuar mediante políticas artificiales. Millones de destinos son destruidos, aniquilados por este anacronismo debido a estratagemas pertinaces destinadas a mantener con vida para siempre nuestro tabú más sagrado, el trabajo.

En el fondo de la transformación de la sociedad global en materia económica está la automatización, el triunfo del trabajo de la máquina sobre el hombre, destinándolo a trabajos anodinos y poco gratificantes. Tanto en el tiempo en que fue escrito el libro de Forrester, como en los momentos actuales, los empleos de importancia se van achicando, las jornadas se reducen, los salarios se ajustan a las condiciones de oferta y demanda; se multiplican los empleos flexibles quedando como arcaizantes las prácticas del trabajo de base y las conquistas laborales.

Al final del día lo más importante para las unidades económicas, ya sean personas morales o físicas, es la ganancia, la utilidad. Ha sido repetido en diferentes ocasiones que la disciplina económica ha ocupado mayormente sus recursos intelectuales en el estudio de la ganancia, y se han descuidado temas tan importantes como el de la pobreza, la distribución de la riqueza y la creación de empleos. Quizás en el momento actual, los Estados nacionales no se encuentran en una muy buena posición para cuestionar las ganancias privadas a costa de las pérdidas públicas; los grupos empresariales han tomado el control político de facto de grandísimas colectividades, desde la medianía de los noventa.

El ambiente era totalitario, al sobrevenirse el derrumbe del bloque soviético, nadie podía siquiera deslizar tímidamente la idea de que el capitalismo contenía grandes aberraciones y que con las condiciones imperantes, solamente se beneficiaban ingentemente unos cuantos. Ahora, no obstante, la vergüenza de la quiebra de muchas de las financieras, soberbias vencedoras de los noventa, ensoberbecidas con capital público en el 2009; siguen imponiendo los golpes en la mesa.

La retórica empleada en El horror económico, muestra con desenfado el sinsentido de las leyes de la competencia, la competitividad, la adecuación a las normas internacionales y, el libre comercio; la gran simulación del dejar hacer, dejar pasar de Adam Smith, siempre mal interpretado. Claro la competencia para los bueyes de mi compadre, el mercado perfecto para el capitalismo salvaje es el monopolio incontestable, protegido por el Estado nacional, como si fuera industria estratégica.

El neoliberalismo, como se le dijo en México, tomó su rumbo sin proclamas o manifiestos apabullantes, tomó el control mediante memoranda interna de empresas, e infiltrándose en los ministerios de economía de países clave; su razón pragmática apoyada en la democracia como estandarte. Forrester, lo describe como “la violencia de la calma”.

Otro tema que trata con profusión, es el de los excluidos de la prosperidad, los jóvenes con todo por delante y carentes de trabajo, pero, con todas las expectativas de éxito. A las claras es la señal de alerta de los disturbios de París en 2005, donde los suburbios predominantemente habitados por inmigrantes, tuvieron una violenta sacudida, por la carencia de oportunidades y la represión policiaca.

El libro-manifiesto de Viviane Forrester, entiende al homo faber-homo economicus como un ser digno, portador del derecho a una vida digna y a un futuro viable. Es un grito, un clamor de piedad, un llamado a la lucha, un llamamiento a la conciencia del entorno económico; todavía, desgraciadamente, predominante.

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