miércoles, 3 de junio de 2009

Lecciones del área chica

El primer tiempo de la final del fútbol mexicano fue hartamente punzante en los nervios de los Pumas, que veían como se esfumaba una ventaja ínfima ante los tuzocracks. Más insoportable era la narración de Toño Rosique con su pretensión de estar en el tono dicharachero grandilocuente de sus colegas (Martinolli, García, Campos), pero más instalado cómodamente, hay que decirlo, en el tono pedagogo de sus otrora jefazos ,José Ramón Fernández y Emilio Fernando Alonso. Pero, André Marín, se codea con la flor y nata de la pretensión; con el condimento de perspicacias que ya quisieran muchos analistas políticos, lucir, en su arsenal discursivo.

El segundo tiempo reflejó no solamente las carencias de los dos equipos finalistas, sino que fue una radiografía de la escasa precisión con que se juega al fútbol en México. Final de claroscuros, final de yerros de los guardametas, final de toques sin la más mínima presencia, final mediocre que en el tiempo extra ya no contenía la más mínima emoción. Cuando terminó el juego daba la impresión que el festejo era más con el afán de impresionar al futuro, porque el presente sabe muy bien que no fue un "juegazo de final".

Y los Pumas quedaron campeones, y el rector Narro bailó con los jugadores, y el tuca se rasuró el bigote en horario triple A; todo por un mismo boleto.

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