viernes, 31 de julio de 2009

Las elecciones fallidas

Parafraseando el viejo refrán, "la venganza es una sopa que se come fría", revisitemos los resultados electorales del pasado 5 de julio. El gran ganador fue el Partido Revolucionario Institucional, aunque el pueblo sea eternamente perdedor ante las rapacidades de su estigma político. El Partido Acción Nacional, junto al presidente Calderón, fueron de los grandes "damnificados" de la contienda. El Partido de la Revolución Democrática, hizo aún más visible la incapacidad de liderazgo de su presidente nacional, Jesús Ortega. Mientras el Partido Verde, le vio la cara a todas las personas que votaron por ellos, con eso de la pena de muerte; el Partido del Trabajo junto a Convergencia pasaron de panzazo para poder conservar su registro nacional; y el Partido Social Demócrata naufragó conciente de que algún día se volverán a colar en la gran fiesta democrática.
La victoria del PRI significa un ejercicio de remembranza de los electores, al estilo de lo ocurrido en el año 2003, de que a pesar de todas las desgracias que nos puedan suceder con un Fox, Calderón, Creel o cualquier panista empoderado; siempre nos quedará el PRI para obsequiarles gustosos el bastón de mando. Veamos que tan guapos se ponen a la hora de diseñar verdaderos planes maestros para sacar a Calderón de la barranca. Será necesaria una voluntad política bastante mani-rota para poder vislumbrar remedios ante el desastre externo e interno.
La interpretación de la tendencia del electorado, hace vislumbrar una pugna bipartidista en lo que resta del sexenio, con algunos vecinos incómodos esas simples reyertas se podrán convertir en batallas campales cruentas. Pero ahí es donde el bienestar y desarrollo de la población se quedan fuera del foco de la discusión.
Después del gran movimiento anulista, ahora es tiempo de actuar con más impacto, ahora sobre los legisladores. Cada ciudadano interesado en que su voz cuente, de cada distrito del país, debe ir a tocarle la puerta a su legislador con el fin de hacer valer la representación política. Sobre todo con el fin de no seguir perpetuando en letra muerta la disposición constitucional donde se manifiesta que el pueblo es el titular de la soberanía nacional, quien escoge su forma de organización política y forma de gobierno.
De no cumplirse lo anterior, veremos repetirse las imágenes que hemos atestiguado en estos 12 años de partidocracia, y de nada habrá servido la reforma electoral del 2007 ni las esperanzas de los que todavía quisieron hacer política en las pasadas elecciones.

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