Las
ciencias y sus aplicaciones, juegan un rol muy importante en las
conflagraciones bélicas, desde los tiempos de Arquímedes cuando durante la
segunda guerra púnica empleó gran parte de sus destrezas en el desarrollo de
artilugios para la guerra, o bien en el momento actual, cuando gran parte de
las universidades estadounidenses desarrollan investigación aplicada con fines
belicistas. Del mismo modo, las humanidades nacen como respuesta al caos
generado por el afán guerrero del hombre, y obviamente, todo ése conocimiento
deja una estela imborrable.
Lo
anterior, queda bastante bien explicado en el caso de nuestro país con el libro
Otras armas para la independencia y la
Revolución. Ciencias y humanidades en México (FCE, 2010), donde se exponen las diferentes contribuciones que
hicieron los incipientes científicos y tecnólogos mexicanos en las diversas
guerras civiles que se han suscitado en México.
Las
ciencias y humanidades novohispanas, le brindaron a la reacción contra las
medidas borbónicas y después contra la ocupación francesa de España, todo un
cúmulo de capacidades operativas para la rebelión.
Así
con la creación de la Real y Pontificia Universidad de México (1553), de la que
dependía el Jardín Botánico (1788), la Real Escuela de Cirugía (1768), la Real
Academia de San Carlos (1781), el Real Seminario de Minería (1792), la Real
Universidad de Guadalajara (1793), y otros colegios ubicados en algunas de las
provincias del virreinato; todas estas instituciones académicas permitieron el
desarrollo humano que después intervendría en la guerra de independencia y en
la labor ulterior a la consumación de la misma.
De
tales instituciones la causa insurgente y el nuevo gobierno independiente lograron
nutrirse, como el caso de la Real Seminario de Minería, el cual, al tiempo se
convirtió en el Colegio de Minería, donde muchos personajes de la revuelta
estuvieron matriculados. Cabe destacar la utilización de la ferrería de
Coalcomán como centro de producción de las armas necesarias para el
levantamiento armado.
Del
mismo modo, la Real Escuela de Cirugía aportó el personal médico necesario para
salvarle la vida a los soldados heridos de ambos bandos. El conocimiento
coadyuvó a la conformación del México independiente, y aunque los vendavales
políticos del siglo XIX mexicano, entorpecieron la ciencia básica y la
investigación científica, nunca se renuncio totalmente al desarrollo de las
capacidades científicas del recurso humano disponible para tales tareas.
El
libro coordinado por Rosaura Ruiz, Arturo Argueta y Graciela Zamudio, contiene
datos interesantes sobre los primeros balbuceos de la biología en nuestro país,
así como los andamios del estudio de la geografía.
Otras armas para la Independencia
y la Revolución. Ciencias y humanidades en México/ coord., de Rosaura Ruiz,
Arturo Argueta, Graciela Zamudio. — México: UNAM, UAS, UMSNH, HCH, FCE, 2010.
311 pp.; 23x17 cm — (Colec. Historia). ISBN 978-607-16-0479-8
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