Un rostro-papaya donde las semillas son los ojos,
la cáscara en carne viva;
dos rostros-sandía donde la muerte
se presume por el orificio quirúrgico de la catadura;
mientras tanto, rompemos nueces con los dedos.
Corramos, ve pronto,
empuña el periódico enrollado,
sácale zumbidos al aire
con el matamoscas implacable, pun-ti-a-gu-do,
que algún día se estrellará en el blanco.
(Preludios de Las historias de Bang-Bang)
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